Humo y cenizas. ¿Puede afectar también a nuestros ojos? La respuesta es sí, y en ocasiones, gravemente.
El primer efecto que puede acarrear el humo en el ambiente, es que los ojos pierdan la fina capa protectora que los humedece y mantiene aislados del exterior, haciendo que se sequen. Esto provoca irritación, picor y enrojecimiento. También está asociado con el desarrollo de conjuntivitis, queratitis y otros procesos infecciosos en los ojos. Además, el humo del tabaco está estrechamente relacionado con la aparición de cataratas y degeneración macular, entre otras patologías.
Si el paciente lleva lentillas, el riesgo puede multiplicarse. El humo es capaz de secarlas, ocasionando molestias oculares. Los oftalmólogos formamos parte de los equipos de especialistas que realizan los exámenes médicos a equipos de emergencias como los bomberos. Su convivencia diaria con el fuego los convierte en un colectivo especialmente sensible a desarrollar los problemas anteriormente mencionados y otros como úlceras o desprendimiento de retina.
Para prevenir los posibles efectos adversos del humo sobre la visión conviene lavarnos los ojos con abundante agua inmediatamente después de haber estado sometidos a este agente irritativo. El uso de colirios o lágrimas artificiales suele ser muy eficaz para eliminar los agentes extraños que pueden quedar dentro del globo ocular y producir escozor y enrojecimiento. Además, para evitar que el humo tome contacto con los ojos, debemos usar gafas protectoras.
En caso de que la irritación o el malestar no desaparezcan, es recomendable acudir a un centro oftalmológico.