El pasado domingo, 21 de junio, comenzó el verano de manera oficial. Con él, y en directa relación con el aumento estacional de radiación ultravioleta, se incrementa el riesgo para nuestros ojos. La radiación solar está detrás de múltiples patologías oculares, aunque en este post nos gustaría detenernos en algunas de las más significativas como son el cáncer de párpados, el pterigium y la conjuntivitis actínica. Todas con una relación directa con el sol, sobre todo en regiones como la nuestra, situada en una latitud cercana al ecuador donde la radiación ultravioleta es mayor. En el Instituto Oftalmológico Amigó hemos tratado muchos casos y somos especialistas en su diagnóstico y eliminación. La detección precoz de este tipo de dolencias es esencial para que el tratamiento sea eficaz.
El cáncer de párpados está frecuentemente relacionado con la exposición prolongada y crónica al sol, una enfermedad que se suele detectar incluso en adultos jóvenes. Nos referimos al conocido carcinoma basocelular y al espinocelular. El primer signo suele ser la aparición de un nódulo indoloro que en ocasiones sangra o genera una úlcera. Pero el signo más llamativo es la duración. Se trata de lesiones que persisten meses y meses con una lenta progresión. Es mucho más frecuente que aparezca en el párpado inferior, aunque pueden surgir en ambos. Los pacientes suelen ser personas de piel clara que han estado expuestos a mucha radiación solar desde la niñez.
El tratamiento para esta patología es la extirpación total del tumor y de las zonas que pudiera haber afectado. Posteriormente, mediante depuradas técnicas quirúrgicas, se debe reconstruir la zona tratada para obtener el mejor efecto tanto cosmético como funcional. Se trata de un tumor con un buen pronóstico si se detecta y trata a tiempo.
Sin duda el tratamiento más eficaz es la concienciación. Es vital que desde niños protejamos nuestra piel y ojos de la exposición solar, sobre todo en esta tierra donde se registran más horas de sol y con una radiación ultravioleta que supera a otras regiones. Desde la infancia debemos usar protectores como gafas homologadas y cremas fotoprotectoras.
Otras enfermedades en las que el sol juega un papel fundamental son el pterigium y la conjuntivitis crónicas actínicas:
Pterigium: se trata de una patología muy frecuente en nuestras islas. Su origen esta especialmente relacionado con la dosis acumulativa de rayos ultravioleta a lo largo de nuestra vida. Por ello, el daño empieza ya desde niños cuando expuestos al sol no se protegen sus ojos. Si bien, la aparición del pterigium tiene lugar años después por el daño continuado acumulado. Popularmente conocido como “pernal” surge en forma de un “ramal rojizo” que se aprecia a simple vista cuando la conjuntiva, el tejido que protege al blanco de nuestros ojos, invade la córnea transparente pudiendo acercarse progresivamente a la niña del ojo y ciertamente llegando a amenazar a la visión. Al mismo tiempo suele producir irritación y molestias. Por todo ello el tratamiento mas indicado en estos casos es la cirugía. Ahora bien, la posibilidad de que el pterigium vuelva a crecer tras la operación es relativamente alta si no se toman medidas para evitarlo. En nuestro Instituto, aplicamos sistemáticamente técnicas específicas para prevenir la recidiva o recrecimiento, tales como el injerto de conjuntiva sana que disminuyen de manera muy significativa cuando no eliminan las recaídas.
Conjuntivitis crónica actínica: se denomina así a la inflamación de la conjuntiva por una exposición a los rayos ultravioletas mantenida en el tiempo. Cursa con un enrojecimiento e irritación del ojo frecuentemente acompañada de escozor y molestias y que tipicamente afecta a la parte del ojo mas expuesta, es decir, la no protegida por el párpado. Es especialmente frecuente en aquellas personas predispuestas que realicen actividades mantenidas al aire libre. Así la encontramos en surfistas, vigilantes de la playa, agricultores entre otros. Lo más destacado es que como en todas las afecciones por exposición al sol, su efecto es acumulativo, empezando desde la niñez, si bien se manifiesta progresivamente con la edad. Una vez instaurada, tras muchos años de exposición, su tratamiento y curación completa es ya especialmente difícil pero es importante, en todo caso, limitar y evitar continuar la exposición de los ojos al sol usando ya gafas tintadas y/o sombrero. Unido a esto, el tratamiento pautado por el oftalmologo suele resultar en una lenta pero progresiva mejoría.